viernes, 28 de mayo de 2010

Entre la Rabia y la Ternura

Me enteré anoche, casi casi hoy. Mi colega y ex compañera de tesis me habló rayando la medianoche, para decirme algo que de algún modo ella misma intuía y que, no se cómo, yo venía teniendo en la cabeza durante todo el día.

Justo ayer hacía una lista mental de las compras que quería hacer en la feria franca, este sábado en Alta Córdoba o este martes en mi propia plaza, la de los burros. Mientras anotaba verduras y mandarinas con las neuronas recordé aquella otra feria, la de calle Rondeau en Nueva Córdoba, la de los miércoles. La que tuvo que soportar mis flashes, mis posturas, mis pedidos por “córrase un poquito señora, así me sale bien el pescadero fileteando la merluza”; la que me serviría para aquel práctico-composición-tema: “El trabajo” enmarcado en 13x8 y pies de fotos explicativos.

Justo ayer se me complicaba leer una memory card en mi computadora, y me demoraba el trámite de revivir en mi pantalla una noche de hace noches, de ésas lindas que perduran entre boinas y cervezas y la Smowing sonando de fondo.

Justo ayer, la frustración me llevaba a mascullar que la puta tecnología, que antes no importaba esperar por meses hasta tener la plata, y que ir al revelado, y que la espera de un par de días más… y que ahora la locura del me apuras, la necesidad retinal de tener nuestra vida en modo casi-multáneo a vivirla.

Justo ayer admiraba, en éste álbum, los colores de los platos y las flores de las casas de Granada, y en aquél, las pequeñas callecitas empedradas que siguen huellas de amigos trotamundos. Y pensé en las excusas que quisiera poner para cargar nuevamente la mochila, y leí la mejor de todas en un amigo colombiano para cargar y llevar, también, otros rollos que no sean los espirituales.

Justo ayer me daba cuenta de mi inercia de meses, la que comenzó una vez que nuestros amigos se dieron el gusto de tirarnos cuanto elemento asqueroso tuvieran en su haber, y que continúa al día de hoy porque la desmotivación se enrosca en forma de casa-celda.

Y por eso, justo ayer rumiaba de qué lindo retomar alguna vieja costumbre, algún hobby fallido, algo que tenga que ver con clicks o fijadores, algo para hacer con vos, por qué no.

Algo que escape de la Jaula y vuele libre.

Me enteré anoche, entre la rabia y la ternura. Una de las personas que ayudan a romper cárceles, que deslizan en tus manos la llave del candado, no está más.

Y entre la rabia y la ternura escribo esto, esperando verle pasar por arriba de mi cabeza. Por encima de los barrotes.