Le avisaron por teléfono del acontecimiento. Sería al día siguiente, 13:45hs. Era indispensable que llevara una de sus preparaciones.
No pudo más que sonreír, satisfecha. “Ya era hora”, se dijo. Habían pasado –fácil- tres meses en los que no ensució ni una espátula, ni un bol de vidrio. “Mañana, a primera hora, manos a la obra… otra vez”.
Once de la mañana en punto, delantal verde y blanco para no ensuciarse, y los ingredientes sobre la mesada de la cocina. En dos horas todos verían su nueva creación, todos la disfrutarían. Se regocijaba del momento por adelantado. Lo estuvo meditando durante la noche y, a fuerza de insomnio, tenía la receta casi perfecta. (“Sí, casi, porque nada de lo que hago o haré es o será perfecto”, suspiró).
Empezó por lo básico. Harina y huevos. En cantidades suficientes. “Qué bárbaro”, reflexionó, “toda obra maestra se reduce a estos simples elementos”. Pensó en el pedazo de mármol que fue trasformado por Miguel Ángel en su David memorable, y el ladrillo que corona la punta de la pirámide de Gizeh. Simples elementos.
Por supuesto que no se podía limitar a eso. “Al fin y al cabo”, se resignó, “la presentación lo es todo”. Y en su caso era verdad. Ya antes le habían elogiado la elaboración, pero sobre todo la presentación. La última vez, lo recordaba tan pero tan bien, había sido en lo de María Helena; con sólo mirar lo que sus manos habían creado uno podía descubrir los sutiles toques secretos, la intensidad de los olores, los matices de los colores que se intercalaban, pero que nunca se mezclaban formando un marrón infame… pero por sobre todas las cosas las texturas. Ya se adivinaba algo pegajoso por aquí, pero excesivamente agradable. Por allá uno percibía el toque más bien espeso. Pero la especialidad de ella, lo que realmente la hacía indispensable, era lo crocante. Con decir que casi, casi, se podía ver el ¡Croc! Una onomatopeya completa.
Estaba todo casi listo. Sólo faltaba eso, la textura que sólo le puede dar algo crocante. Esta vez era más fácil, los ingredientes saldrían de su jardín, cosecha que incansablemente reunió durante todo el verano que ya estaba terminando.
Y mientras desmembraba las patas de las cucarachas, y mientras le cortaba las alas a los grillos y trituraba las chinches verdes que se habían ensañado con su parra en enero no paraba de reír pensando en Circe, y en lo mal que le habían salido las cosas a Delia. “A mí no” dijo en voz alta, “a mí las cosas me salen bien, porque todo el mundo sabe”.
Y ya los huevos empezaron a despedir el olor de lo podrido. Y ya los pedazos de queso rancio asomaron en la superficie como islotes hediondos. Y ya la mostaza vencida teñía las alas y las patas y las chinches, al ritmo del tenedor que todo lo batía.
Y mientras volcaba su preparación en un bol de plástico no dejaba de imaginarse a ella (y a las demás) tirándosela por la cabeza a su amiga Api que, en dos horas nomás, se recibiría de Licenciada en Psicología.
Para Mariana
Y ya los huevos empezaron a despedir el olor de lo podrido. Y ya los pedazos de queso rancio asomaron en la superficie como islotes hediondos. Y ya la mostaza vencida teñía las alas y las patas y las chinches, al ritmo del tenedor que todo lo batía.
Y mientras volcaba su preparación en un bol de plástico no dejaba de imaginarse a ella (y a las demás) tirándosela por la cabeza a su amiga Api que, en dos horas nomás, se recibiría de Licenciada en Psicología.
Para Mariana
7 comentarios:
Buenisimo!
Un cuento muy bueno, si señor.
Yo, como cocinero auténtico, le doy mucha importancia a la textura. El crocantito que no falte. Yo añadiría unos caracoles aplastados, eso nunca falla.
¡Clap! ¡Clap! ¡Clap!Que buen relato... y qu8e buena receta :P
¡Abrazotes!
Gracias german! Ud es el primero que adhiere al punto número tres del primer post. Por ahí me da cosita, capaz que entró pensando que podía encontrar una verdadera receta para agasajar a la novia, y se encontró con esto...
Don Verloc, ya le encargué a mi sobrinito que junte caracoles del jardín. Después de todo, no hay nada más delicatessen que esos bichos. Los franceses me van a idolatrar!
Profe, cuando mi sobrino me traiga los caracoles, le preparo algo y se lo mando le parece?
ah, la señora tiene blog!
Va asomando la super escritora que ud. es! Lo desagradable sólo es superado por la ternura del final.
Abrazo grande!
Si gaa, viste cómo es esto.... ojalá vos y Anai pasen seguido y sigan con los comentarios a lo "ahhhh, la señorita tal cosa!". Serán bienvenidos. Si tiene un regalo con fino moño, también eh? ;)
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