lunes, 25 de abril de 2011

Intento n° cinco de abril. LO MEMORABLE.


El Faro. La araña

grandota en el hostal de la francesa,
la ranita en el espejo del baño, como
una sopapa. La parra por encima
del aljibe en medio del patio.
Agua de fondo...



Ni ahí fue lo más emocionante, o lo más hermoso, ni lo más salvable de aquella Pedrera 2009. Pero, por algún motivo, hoy es lo primero que se me viene a la cabeza.

Somos cuatro y hay un Boliche. Y cuando lo digo con B larga es porque digo luces, música a todo culo, ellas y yo, algún ocasional "él", las filas interminables del baño, aire libre, aire viciado y -obviamente- la cerveza.

Quiera escribir que lo memorable de la noche fue esto último, la birra. Pero no. La estampa de la mañana siguiente fue una ronda de cuatro minas sentadas al bordecito de una cama, el olor a pintura semi fresca, pedacitos de cemento aún pegados a las losas puestas sólo unos meses atrás en ese cuartito compartido, y una de las chicas llorando, sollozando y repitiendo una y otra vez sin parar la misma cantinela.

También quisiera decir que mi amiga, la que llora y habla mientras yo le acaricio la espalda en gesto reconfortante, lo que moquea es una pena grosa, uno de esos "él" no correspondidos aquella noche, o que simplemente uno de esos pedos lastimosos que todos hemos pasado, al punto del "nunca más tomo en mi vida".

Bueno, la cerveza ayuda, pero Lucila no llora por mal de amores.

De repente nos habíamos encontrado, cuatro mujeres sin destino fijo, planificando unas vacaciones que más que eso eran Huída, o Evasión. Y, también de repente, nos dimos cuenta que lo único que nos unía aquel verano del 2009 era una amiga en común.

Y así como nos percatamos de esta situación, nos encontramos varias noches después festejando esa Huída entre el sol y la sal, el mate y la música, la cola en el baño y la constante arena entre las piernas, en las uñas. En el medio, el conocernos. Y esa noche, separarnos y volver, cada una por su lado, al lugar común, la habitación compartida donde dormíamos resacas y resolanas.

Yaz retorna primero, Vico y yo detrás, en un taxi que nos dolió el bolsillo en casi rojo malaria. Pero Luci... Luci no vuelve. Ni hablar de celulares, en un país distinto.

Luci no vuelve hasta que vuelve. Calladita, timidona, con el sol de las 10 de la mañana aún en los ojos. Con tres pasitos nomás se sienta al borde del colchón arenoso. Con la mirada libre ahora, rompe a llorar. Y a balbucear. Y luego a declarar. Y después, a repetir.

Por algún motivo, ese verano lo memorable me es Lucila. Contándonos, con sumo detalle, esa pelea entre dos pibes, y los insultos, la patotalapelealaspatadas... su taxi que logra frenar y ella, por la ventanilla mirando a aquel chico ya solo, inconciente en el pavimento tibio, en un charco de sangre.

6 comentarios:

El Gaucho Santillán dijo...

Que pena.

Pero que bien lo relatas, amiga.

Un abrazo.

máx dijo...

ah! La verdad que sentí de cerca el dolor de Lucía. Un cuelgue sentirla poder sentir así, a través de una pantalla.

Beso!

LALE dijo...

Gaucho: gracias! demasiado halago, pero gracias igual:D

Maxii: es una historia real, tal vez algo "literaturizada" pero todas esas personas existen!

Un abrazo a los dos, gracias por visitarme!!

Nick Risaro dijo...

Brrr me agarraron escalofríos de leerlo.

Espero que el contarlo haya cumplido con su función liberadora.

Beso

Anai Le dijo...

¡Hola, Lale!
Qué bueno que apareciste.

LALE dijo...

Nick: espero que alguna vez mi amiga Luci haya tenido otras oportunidades de liberarlo.

Anai: Hola Anai!! Idem idem!! :D

Un abrazo!