lunes, 27 de julio de 2009

Es una tarde tranquila. No dice nada, camina muda, pero muda de un silencio de descanso. Cada tanto está el murmullo de hojas secas, empujadas por el viento frío del sur. La veleta verde gira, y su flecha apunta al sol.

Porque es una tarde de sol velado, pero que igualmente calienta, y reconforta. Cerrar los ojos y sentarse en el pasto seco ayuda. Dos benteveos se pelean por las migas de pan, pero no como siempre. Batallan sin roce de alas, calladamente. El río helado fondea; piedras rodando en el lecho y algún que otro pez que salta, dejando círculos perfectos en la superficie.

Hay veinte ojos que miran, veinte oídos abiertos. Los dedos sólo ensayan, porque no hay reclamos de acción. No hay nieve, pero tampoco hay fuego. Las estrellas siguen lejos, y la luz es transparente. El camino se infinita, se desarma y se inmensura.

Es una tarde perfecta, porque no siente nada y siente todo, porque en el aire se mezclan las sensaciones más canallas y las más sinceras.

Es una Tarde de Tardes, como si fuera la última, o tal vez la primera.

4 comentarios:

unServidor dijo...

Clap clap clap clap clap

Rusit@ dijo...

desde hace un tiempito me está haciendo falta una tarde así...

LALE dijo...

Unser: reverencia

Rusita: todavía decido si una tarde así es buena o mala. Es un poco de las dos. Pero sí, no vienen mal de vez en cuando. Gracias por pasar!

Anónimo dijo...

jaja muy buenas las verdaderas aventuras de LALE, me dio impresión ver cuánto se parecen a las mías! (maldito y aburrido julio)

buenooo, suerte!